viernes, 23 de noviembre de 2012

Linda

Ella me pareció una mujer linda. De hecho era tan linda que en el barco de mi vida ella sería el mascarón de proa. Tenía la piel de un color tostado cobrizo, de mirada punzante, extremidades largas y delgadas, y tenía los labios carnosos. ¿Qué más podía pedir? Atravesó el bar para sentarse frente al bartender, pidió una cerveza, cerró los ojos y pareció entrando en trance con la música del lugar. Ella se fue. Seguramente estaba en altamar, o en el pico más alto de la cordillera peruana (¿Peruana? se parecía más a la onda do mar do amor de Caetano Veloso). Bueno. El caso es que no estaba ahí, que se fue. Sí. Con seguridad estaba muy lejos de ahí porque solo abría los ojos cuando iba a tomar otro sorbo de cerveza que poco a poco se había entibiado entre sus manos. O quizá no. Quizá había peleado con su novio y lo único que quería era emborracharse en un bar y cerrar los ojos para que nadie la importunara con regalos anónimos. Muy seguramente se sabía de memoria el diálogo. Hola, vi que tu cerveza se está acabando y vine a traerte otra. Gracias. ¿Te molestaría si me siento a tomármela contigo? Ya sabes, para que no estés tan sola. No, no me molestaría, pero si estoy sola es porque quiero. Con seguridad que conmigo te animas. Me animaría más si no me hablas.
 Y tener que pararse, y tener que irse. Mejor cerrar los ojos.

 ¿Y si esperaba a alguien más? A su novio (¿Tendría novio? Esas chicas siempre tienen novio), o a su otro chico que muy seguramente sería un fotógrafo, o un músico. Un chico más interesante que su novio, quizá que le lleva ganas desde hace rato, pero agh, su novia, su novio, terminar, empezar algo nuevo, caer en la rutina inevitable de las parejas estables; no, mejor así. A hurtadillas de todo el mundo, en un bar que nadie conocido frecuenta, donde el ventilador revuelve el olor a cigarrillo y sudor, donde no suena la música moderna, donde el licor es barato, donde los viejos se duermen sobre la mesa. Sí, nada como la adrenalina de hacer las cosas a escondidas.

 Quizá no. Ella no se veía como ese tipo de personas que tienen a alguien más (ese tipo, esa clase, esa carroña, esa especie, esos, ellos, los otros, la chusma). No. Ella tenía que ser sin duda alguna una mujer dedicada a lo que quiere, entregada, sincera, de las que bailan por no caer y ríen para poder vivir. Quizá bailaba, o pintaba, o era actriz, o las tres.

 Ya sabía que cantaba boleros, y que le gustaba vestirse de colores pastel, y que tomaba cerveza. Me paré. Me volví a sentar. ¿Qué le iba a decir?




 Escribámosle. Digámosle que me la encontré en un bar de mala muerte. Que hoy la luna parece pintada con un crayón amarillo. Que me acordé de ella porque la luna está linda, y que me la imaginé en un bar, con los ojos cerrados. Esperando a un tipo, o deseando estar sola. O esperándome a mí.





 Linda. Mais que demais. Você é linda, sim. Onda do mar do amor que bateu em mim. Você é linda, e sabe viver.