me roe despacito
los únicos pedazos de piel que quedan
tras un huracán compuesto
por una amalgama de agentes aleatorios
que terminan siendo nada
y por antonomasia,
terminan siendo todo.
No sé que sea,
ni lo que quiera conmigo,
y me hace falta esa certeza absoluta
del pan caliente en mi casa
servido con una sonrisa
del jueves a medianoche.
Estas ausencias colectivas me matan,
estas ciudades empapeladas me aturden,
y en domingos como hoy,
a esta hora,
hasta el más fanático del amor
se pregunta si éste alcanza para no sentirse solo;
al menos los lunes no son tan caóticos
y todo vuelve a estar bien.