jueves, 14 de febrero de 2013

Improvisación

El portazo dejó caer a su paso un alarido de exclamación aún cuando el disco decía en ese mismo instante que sonó como un signo de interrogación. A partir de ahí, nada; imaginarla apagando las velas, cambiar la radio de estación, lavar las copas de cristal, y él, turista en el lecho de la soledad, tuvo que meterse con toda la delicadeza del caso para no caer en el abismo brutal de la nostalgia justo después de su partida. Por supuesto que era peligroso darse la oportunidad de sentir frío por no sentir una vez más sus piernas buscando entrelazarse con las suyas, y extrañar el beso de buenas noches equivalía a inmolarse a la salida de la misa dominical; con la diferencia de que en el segundo escenario él sería considerado como un valiente, mientras en el primero sólo pasaría por tonto.

Pues bien, esa noche cayó. Como si no hubiera dejado las flores en el balcón, como si no confiara en que ella las fuera a regar, como si los espejos realmente fueran los que le gritan cuando se ve en ellos, como si la gente que se Ama tanto pudiera decirse adiós, o como si en ese caso en particular ambos no estuvieran seguros del final. Ambos tenían el guión de la historia y sabían a dónde tenían que llegar, pero ellos eran más de los actores que se dejan llevar por la emoción. Improvisar es todo un arte, es el arte de llegar al norte caminando hacia el sur.

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