lunes, 21 de noviembre de 2011

Persecución.

¿Acaso no lo entienden?
¿Por qué me persigue?
El diablo,
el minúsculo y mayúsculo,
no nos conoce a todos.
Quizá nos escoja solo por azar,
azar endemoniado de un destino
quizá creado por él
o quizá del que hasta él es escéptico.
Quizá sea también que solo elige a quien se le parece
por puros celos
o por algún sentimiento raro
que mi entendimiento no imagina,
y del que mi corazón es inexperto.
Me cuesta mucho aún
creer que es inofensivo,
que es posible
vivir con
convivir
juntos
escuchándole rasgar su guitarra,
cantar folklore argentino
o fumarse un cigarrillo
entre besos de cebada
con labios que creí míos.
Si Dios es una máquina de humo
ojalá no sea de Malboro,
y quizá sea yo el enfermo,
pero ese olor a azufre
ya me está paralizando el corazón
del más crudo miedo.

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