La rabia me fermenta la sangre
como el catalizador más efectivo.
Mi corazón no late
y mis ojos
encharcados,
inyectados,
no ven más allá
de lo que mis manos le ayudan a ver.
Yo ya me estrangulé
para que vivas sin cadenas
y para que yo por mi lado
pueda volver a mojar nidos de pajaritos.
¡Me proclamo el atravesado!
Y hoy la ley es mi ley.
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