lunes, 24 de agosto de 2009

Las Pequitas de Laura

Se llama Laura y es como el resto de mujeres que me
atraen: cabello oscuro, piel blanca como si nunca hubiese sido tocada por el
sol, cara redonda y sonrisa siempre equidistante con sus mejillas; se une a
aquella lista en la que ya están Amelia, Sofía, Isabel, y otras cuantas mujeres
a las que prefiero no mencionar y que siempre van a estar presentes cuando a
mujeres bonitas me refiera.Laura es más bonita que el resto. Tiene ese nosequé
que la hace ver más bonita que las otras féminas con cuerpo moldeado y bustos
perfectos... de esas bonitas latinas; yo soy de un gusto más clásico, más
europeo, más sobrio, más como ella, como aquella Laura de sonrisa bonita.

Tenía encima un vestido de esos de tiliche, era negro con una cinta roja
en el pliegue de la cintura que parecía de cortina vieja y que le hacía juego
con sus zapatillas de charol que se asemejaban a unos de fantasía o de
prostituta barata. Si yo la viera en la calle a horas poco decentes, jamás
llegaría a pensar cosas así de ella... es imposible imaginarse cosas turbias de
una mujer tan bonita y tan angelical. Creo que ella es la única que se vería
bien en esa baratija que le lucía tanto gracias al contraste que hacía su piel
con aquel negro y el bonito conjunto de sus pequitas con aquellos pendientes de
gitana que no pueden ser percibidos por mera casualidad.

Entró al salón
y se sentó en la primera silla vacía que encontró. Estaba en el escenario un dúo
de bajistas tocando algo tan extraño como des coordinado... Laura se paró y sacó
de un cofre que estaba adelante un libro lamoso de lo antiguo. Luego de
terminado aquella espantosa presentación, Laura se volvió a parar, esta vez con
un acompañante que se me es conocido; se sentaron en la mitad del escenario y
tomaron cada uno el micrófono que les quedaba más cercano. Con voz tímida y algo
quebradiza se presenta y presenta al tal Alejandro que está a su lado, Alejandro
jamás me cayó bien, pero le tengo demasiada envidia por poder sentarse al lado
de Laura y ser mencionado por ella. Yo estaba atrás casi al final de la
habitación para ver completamente a tal criatura que me dejó sin respiración
alguna y detallar cada centímetro de su silueta agrandada por el aura que lleva
adentro.Empieza explicar el poema de amor que va a declamar mientras yo noto su
voz algo más segura y afinada... Laura es una soprano con una postura algo
jorobada.Mientras hace su presentación, me pierdo en sus piernas color leche...
al subir la mirada noto que sus ojos están clavados sobre mi. Jugamos un poco a
las miradas correspondidas y sonrisitas provocadoras. Estoy reprimiendo
fuertemente esa pasión picantica que me está brotando, que curiosidad me da
saber que hay bajo ese vestido... quiero romperle ese vestido y contarle una a
una las pequitas que tiene por todo su cuerpo... quiero lamerlas para
probarlas... tengo curiosidad del sabor de sus pequitas. Deseo a Laura encima de
mi cintura.

Luego inadvertidamente se acaba el poema, ella se para y se
va. Yo me quedo otro rato en aquel sitio a pasar la mañana coloreada con negro y
rojo de cortinas; después de varios minutos me da por salir a tomar aire,
mientras camino Laura me interrumpe para ofrecerme un poco de café que rechazo
cortésmente. Me siento derritiendo por esa sonrisita bonita que está a pocos
centímetros de mi, maldigo mi autocontrol exagerado que no me deja abalanzarmele
y romperle el vestido para contarle las pequitas que tiene regadas
aleatoriamente en el cuerpo. Ella guiñe el ojo coquetamente y se va.Laura es una
ambrosía. No la volví a ver pero la sigo deseando...Deseo contar las pequitas de
Laura.

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