martes, 15 de junio de 2010

Bitácora de Exilio. Junio 15.

"Por fin decidí salir de éste encierro, afuera hace sol y me puedo despejar un poco antes de ahorcarme con una soledad casi que autoimpuesta. En mi billetera solo hay dos billetes y un papel donde está escrita la dirección de una vieja amiga que seguramente se va a alegrar al verme; recuerdo bien lo que decía el la notita: La Quebradaseca con 15. ¿Quién en sano juicio llama a una avenida así?

Era un edficio nuevo, de esos que tienen vidrios polarizados y un lobby con arte moderno, algo que definitivamente resaltaba entre toda esa pinta de pueblo típica de acá.
Me hago anunciar, pero el portero me dijo que ella se había muerto, que se suicidó después de fumar su típica cajetilla de Boston hace tres meses.
Murió al amanecer, se tiró por el balcón. Llevaba en su mano un periódico envuelto en un trapo negro... ella murió feliz.

Entonces doy media vuelta y miro por última vez el rostro algo afectado del vigilante, luego a pasos cortos y lentos me marcho pensando en ella. Si murió feliz, ¿Por qué estar triste?

Hay que hacerle un homenaje, un tributo para agradecerle todo lo que me enseñó sobre como vivir y como irse matando sin dolor; entonces compré con las últimas monedas que me quedaban sus amados Boston y los quemé uno a uno mientras iba caminando sin meterlos en mi boca.
Que La Quebradaseca huela más a ella. Y que cuando yo me muera, me reciba ella en el cielo con su olor."

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